A.V. Briceño
Sevilla 29/01/21
Usted cree que, por haber visto un centenar de series relacionadas con el narcotráfico y las mafias, su alrededor, solo, expresa "plata o plomo" y realiza acciones como: bala por sapo y lambón.
Ecuador, un pedazo de tierra que ocupa parte del continente de América del Sur, desde los últimos años, se ha ganado el sello de "el nuevo Medellín" y no por compartir gustos musicales o gastronómicos, sino, porque su corazón dejó morir ese fervor y se acostumbró a los sonidos de balas, a las manipulaciones, a la mentira y, sobre todo, al incompetente y miserable poder.
Ahora bien, ¿usted conoce Medellín u otro territorio de Colombia? Si la respuesta es no, déjeme decirle que le falta barrio y no en sentido jocoso, ni tampoco porque no sabe defenderse el momento en que su vecino, amigo o desconocido le hace un problema, créame que es mucho más que eso. Le falta barrio porque llegó a marcar con un hierro candente un territorio. Un lugar que no conozco, pero no tengo duda de que sea extremadamente hermoso con gente que sufre, pero desde hace varios años, lo que hoy en día Ecuador padece. Medellín, Guayaquil, Caracas, Managua, entre otras ciudades de Latinoamérica que están manchadas por hechos de sangre no son más que la pobreza cerebral y humana de un ser o seres que no tienen ni un mínimo de respeto a la patria. En ellos solo habita la egolatría y la mísera ambición. Y no, no me había olvidado. Si su respuesta a la pregunta formulada es sí, entonces, permítame decirle que la vida le ha regalado esa maravillosa oportunidad para afirmar, desde su experiencia, que no es el territorio el que lo mata, que no es esa ciudad la que le regaló grandes alegrías y aprendizajes la que le arrebata sus sueños, sino el incompetente de turno y ese ciudadano, por no definirlo con otro término por respeto a usted: mujer, hombre, joven, señorita y niños que si aman a este pedacito de tierra, que prefirió la comodidad y se convirtió en un parásito más por un puesto laboral en uno de los poderes del Estado, en una organización delictiva que le dejará harto billete o simplemente está esperando que llegué fin de mes para tener en sus bolsillos un dinero que solo será la desgracia para muchos.
La expresión "El nuevo Medellín" que se difunde en las redes sociales y en sus reuniones sociales es un golpe más para ese ciudadano que tuvo que salir de aquel territorio por falta de trabajo, por las amenazas que recibía por ser frontal y caminar siempre con la verdad, porque no quería alimentar a su familia con el dolor de otros o porque recibió una oportunidad de estudios y su opción fue abandonar su ciudad, su país, Colombia. En general, esta es una decisión que le ofrece progreso, tranquilidad y felicidad, pero no esa sensación mágica que solo ese país, que le vio nacer, le da y le hace sentir.
A diario, y me incluyo, nos estamos quejando de la violencia, de la intolerancia, de la vagancia y de la falta de pudor que embarga a Ecuador y, entre tanta ira y furia por ver y sentir la manera en la que nos están quitando la tranquilidad, en ocasiones, sale de nuestra boca los términos más soeces e hirientes y solo queremos a través de esas palabras terminar con los seres más miserables de la tierra. Pero, también, entre nosotros existen personas que, aunque, no agreden físicamente, si despotrican sin sentir amor por su patria o por el ser humano que está a su lado y, simplemente, se dejan llevar por una falta de empatía y carencia de valores.
Ecuador, Venezuela, Perú y demás países, incluso Medellín y toda Colombia piden a gritos que desaparezca la tiranía y las estructuras que carcomen el alma y el corazón. Pero sé que estos pedacitos de tierra siguen siendo inigualables. Firmemente, aseguro que, los políticos y quienes abusan de su poder lo único que no podrán robar ni arrebatar a los ciudadanos es la esencia luminosa, carismática y llena de valentía que, de manera instantánea y espontánea sale por los poros. Hace falta un "this is marketing, baby" (Donald Trump) más fuerte para terminar, completamente, con la valentía, pero eso, jamás llegará.
Si Julio Jaramillo cantó "la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón". Las líneas y cada una de las letras de estos párrafos se rinden ante un país, unos sueños y a la valentía de esos corazones ecuatorianos que, diariamente, salen a cristalizar la más loca aventura de este mundo, vivir. Vivir con la emoción de llegar a casa sin golpes ni heridas, de estar en la calle con el teléfono más caro sin la preocupación de tener una bala en la frente. Vivir con la tranquilidad de que nadie tocará tu cuerpo sin tu consentimiento y de la forma más atroz, vivir con la serenidad de saber que, tu infancia nunca, pero nunca, dejará de ser pura.
Los primeros honores del Estado deberían ser, siempre, para los ciudadanos, no precisamente con cédula, que conocen y respetan los valores de su patria, de su historia y de su familia.