Corrupción sin cura ni vacuna

A.V. Briceño

Sevilla 04/03/21

Que afortunado es el ser humano que es reprendido por su padre, madre u otro familiar cuando expresa una actitud de pillo y bandido. Aquel niño o niña que llegaba a casa con un juguete que no le pertenecía, pero gracias al regaño de sus padres tomaba el mismo camino, esta vez cabizbajo y avergonzado, para entregar el material que no le correspondía. En este momento, seguro, quienes vivieron y aún valoran el enfado de sus padres caminan por el sendero de la verdad y la ética. Sin embargo, aquellos que no valoraron se han convertido en la lacra de este mundo. 

La sociedad sería distinta, los gobernantes abordarían las gestiones desde el marco del bienestar social y en situaciones de vida o muerte evitarían un tráfico de influencias o sufrir lo más sonado en la actualidad, un vacunagate. Así es, quienes están en la primera línea y los más vulnerables de la crisis sanitaria deben soportar al pillo y cara dura que se benefició de lo que no le pertenecía. No olvidemos que, si por su mala suerte lo descubren, el personaje con carencia humana comparece ante los medios de comunicación o presenta su carta de renuncia y sigue su camino. Pero, ¿Qué creen? Desvacunada no hay. Suena gracioso, pero es la realidad.

La realidad nos está sometiendo a una fatiga y a una sensación de asco. A estas alturas de la vida ya no cabe el término de «decepción» para el Estado. Todo lo que surge se aprovechan, arrasan a la velocidad del chasquido de los dedos y para cometer actos ilícitos se desenvuelven como una araña en su tela. Estamos rodeados de irreflexivos que promulgan un desorden social. Vivimos con esa lacra que no valoró, ni escuchó los consejos que le servían para conocer la ética. 

A medida que surgen las enfermedades, virus y bacterias se desarrollan medicamentos o vacunas para proteger al ser humano y continuar con el ciclo de la vida que implica aguantar las zanganadas, la incompetencia, las fechorías, los abusos, las injusticias y un sinnúmero de problemáticas que atentan contra la vida humana y, en algunos casos, cumplir así con la última etapa de la vida. La muerte. La corrupción nos asfixia y parece ser que se ha convertido en la carta de presentación de varios individuos, porque este espacio vivencial no es más que un regadero de corruptos. Corrupción y más corrupción, una pandemia de toda la vida. Como ciudadanos nos aguantamos tanto que, en ocasiones, cuando estoy con un vaso en la mano se me ocurre decir la frase del rapero Residente "a brindar por el aguante". 

Es impresionante el nivel de abuso que vive la sociedad y si usted se ahonda en las situaciones que observa a diario, también, se preguntará: ¿existirá una vacuna que combata la corrupción?...Ahora bien, este es un caso con un alto nivel de dificultad para la ciencia, ya que si usted y yo queremos vivir en un lugar en el que no se experimente una sensación de asco por la corrupción se necesita una plena y responsable participación de la sociedad civil, las autoridades, el sector privado e incluso de los medios de comunicación. Pero, hasta que esta coordinación suceda, la ciencia habrá encontrado un método para resucitar a la oveja Dolly y quien no quiera ser otra lacra en el mundo deberá actuar con ambiciones que no representen delitos e indicios de criminalidad. 


 



    

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